Si bien la hipertensión arterial (HTA) es un
problema de salud común con resultados devastadores a veces, suele ser asintomática
hasta etapas avanzadas. En un gran número de casos, la HTA se detecta cuando el
paciente se hace medir la presión o acude al médico por alguna otra molestia.
Debido a que en ocasiones no hay ningún síntoma, los pacientes que padecen de
HTA pueden desarrollar complicaciones graves como cardiopatía, encefalopatía
o nefropatía hipertensiva si no controlan su presión a tiempo con
visitas periódicas al médico, hábitos saludables, chequeos frecuentes de
presión y administración de fármacos.
Además de contribuir a la patogénesis de la cardiopatía isquémica y de los accidentes cerebrovasculares (ACV), la HTA puede producir una hipertrofia cardíaca, disección aórtica e insuficiencia renal.
Los efectos perjudiciales del aumento de la presión arterial se
incrementan de forma continua conforme lo hace la presión: no existe un
umbral claramente definido que distinga entre riesgo y seguridad.
Una presión diastólica mantenida de más de
90mmHg, o una presión sistólica mantenida mayor de 140mmHg constituyen
hipertensión; la presión arterial sistólica es más importante que la diabólica para determinar el riesgo cardiovascular. Existen varios grados de hipertensión arterial:
Alrededor del 25% de las personas de la población general son hipertensos. La prevalencia y la vulnerabilidad a sufrir complicaciones aumentan con la edad; también es mayor en afroamericanos.
La reducción de la presión arterial disminuye también de forma llamativa la incidencia y la tasa de mortalidad por cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca y ACV
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